Odiseo o Ulises (Ὀδυσσεὺς en griego, Vlixes en latín) es uno de los
héroes legendarios de la mitología griega que aparece como personaje de la
Ilíada y es el protagonista y da nombre a la Odisea, obras ambas atribuidas a
Homero. Rey de Ítaca, una de las actuales islas Jónicas, esposo de Penélope, padre de Telémaco que
sufrieron esperándolo durante veinte años: diez de ellos los había pasado
luchando en la guerra de Troya y los otros diez intentando regresar a Ítaca con
una serie de problemas y obstáculos que tuvo que afrontar. Protegido por
Atenea.
Perseo (Περσεύς) es un semidiós de la mitología griega, hijo de
Zeus y la mortal Dánae. Su principal hazaña fue matar a la medusa, que era una de las tres Gorgonas y podía
convertir en piedra a los hombres sólo con la mirada.
Teseo: príncipe de Atenas. Su mayor hazaña fue matar al minotauro
en el famoso laberinto de la isla de Creta. Ayudado por la hija del rey Minos,
Ariadna.
Heracles: hijo de Zeus y Alcmena. Desde su nacimiento, la diosa
Hera, esposa de Zeus, quiso deshacerse de él. Es el más célebre de los héroes
clásicos, destaca por su gran fuerza. Su mayor hazaña, realizar las doce
pruebas para el rey Euristeo, por orden de Hera, así consiguió la inmortalidad.
Aquiles: hijo de la diosa Tetis y del mortal Peleo, fue uno de los
grandes héroes de la mitología griega. De todos los que lucharon en la Guerra
de Troya fue el más reconocido. Su papel en la guerra fue decisivo para la
victoria de los griegos. Pese a sus cualidades sobrehumanas, Aquiles era mortal.
Su muerte fue anticipada y, al contrario que otras figuras como Heracles
(Hércules), no le esperaba la edificación, sino una vida de desesperanza en el
mundo de las sombras. La extrema fortaleza, crueldad, arrogancia y belleza de
Aquiles se convirtió en el prototipo de todos aquellos que quisieran pagar por
vivir una vida ilustre, peligrosa y acelerada. Este tipo de vida siempre
conlleva una muerte prematura, tal y como muestran los ejemplos de Alejandro
Magno, conquistador macedonio que admiraba al propio Aquiles.
Eneas: un héroe de la guerra de Troya, que tras la caída de la
ciudad logró escapar, emprendiendo un viaje que lo llevaría hasta la tierra de
Lacio (en la actual Italia) donde tras una serie de acontecimientos se
convirtió en rey y a la vez en el progenitor del pueblo romano, pues en esa
misma tierra dos de sus descendientes, Rómulo y Remo, fundarían la ciudad de
Roma. Era hijo del príncipe Anquises y de la diosa Afrodita (Venus en la
mitología romana
Se trata de una figura importante
de las leyendas griegas y romanas. Sus hazañas como caudillo del ejército
troyano son relatadas en la Ilíada de Homero, y su viaje desde Troya (guiado
por Afrodita) que llevó a la fundación de Roma, fue relatado por Virgilio en la
Eneida.
Jasón: fue educado por el centauro Quirón hasta que se convirtió en
adulto. Cuando cumplió veinte años, se dirigió a Yolco dispuesto a recuperar el
trono que por herencia le pertenecía. Vestía de manera extraña, cubierto con
una piel de pantera, con una lanza en cada mano y con el pie izquierdo descalzo.
Con esta indumentaria se presentó en la plaza pública de Yolco en el momento en
que su tío Pelias se disponía a celebrar un sacrificio. Jasón permaneció con su
padre Esón cinco días y al sexto se presentó a Pelias y le reclamó el trono que
legítimamente le pertenecía. Pelias decidió alejarlo de su tierra enviándolo a
una difícil misión: viajar hasta la Cólquida (al pie del Cáucaso), y traer de
allí el vellocino de oro, la piel de un carnero fabuloso
Orfeo: cuando tocaba su lira, los hombres se reunían para oírlo y
hacer descansar sus almas. Así enamoró a la bella Eurídice y logró dormir al
terrible Cerbero cuando bajó al inframundo a intentar resucitarla.
Atalanta: Atalanta decidió mantenerse virgen para consagrarse a la
diosa de la cacería y los montes, Artemisa, a quien emulaba con sus acciones.
Por ello, Atalanta vivía en el bosque y llegó a ser una de las cazadoras más
renombradas de la antigüedad. Como mujer se enfrentó a muchos peligros. Además
de estar consagrada a Artemisa, lo que implicaba que debía mantenerse siempre
virgen, un oráculo le predijo que el día en que se casara sería convertida en
animal. Por ello, para evitar cualquier pretendiente, anunció que su esposo
sería sólo aquél que lograra vencerla en una carrera; por el contrario, si ella
triunfaba, debía matar a su oponente. Aun cuando Atalanta concedía ventaja a
sus rivales al comienzo de la competición, ella siempre vencía y les daba
muerte. Así fue hasta que apareció el hombre que logró derrotarla. Este apuesto
joven, llamado Hipómenes, consiguió obtener la mano de Atalanta gracias a un
ardid: llevaba con él unas manzanas de oro que le había regalado Afrodita,
diosa del amor, y que procedían del jardín de las Hespérides. Cada vez que la
joven iba a darle alcance en la carrera, Hipómenes dejaba caer una de las
manzanas, que Atalanta se detenía a recoger hechizada por su mágica belleza.
Mientras ella se distraía con cada manzana que caía, el joven logró llegar
antes a la meta. La pareja, muy enamorada, vivió feliz durante un tiempo,
compartiendo cacerías y hazañas. En una de estas ocasiones, los esposos
entraron en uno de los santuarios de Cibeles. Cibeles montó en cólera ante el
sacrilegio y los transformó en dos leones. Era creencia entre los antiguos
griegos que los leones no se cruzaban entre sí, de manera que al convertirlos
en estos animales Cibeles no sólo les arrebató su condición de humanos, sino
que los condenó a una vida separada. Una vez metamorfoseados, los unció a su
propio carro para que tiraran de él, tal y como aparecen representados en la
fuente de Cibeles del Paseo del Prado de Madrid.
Filoctetes: era famoso por su arco y flechas, objetos que le habían
sido entregados por Heracles. fue uno de los pretendientes de Helena de Troya
antes de su matrimonio con Menelao. Aunque partió con los buques griegos para
participar en la guerra de Troya, la mordedura de una serpiente impediría que
desempeñara esta misión. Cuando Filoctetes se recuperó y acudió a la guerra, su
arco mitológico disparó la flecha que acabaría con la vida de Paris.
Medea: es el arquetipo de bruja o hechicera, con ciertos rasgos de
chamanismo. Era nieta del titán Helios. Jasón (su esposo) acordó con el rey
Creonte abandonar a Medea, a la que el Rey pretendía expulsar de Corinto, para
unirse a su hija la princesa Glauca. Medea entonces, arrastrada por los celos,
envió a Glauca como regalo de bodas un manto de irresistible belleza. Cuando
Glauca lo recibió de manos de la sirvienta de Medea se lo puso de inmediato,
liberando la magia contenida en él que la convirtió en una tea llameante. Las
llamas la consumieron totalmente a ella y a su padre, Creonte, que se abalanzó
sobre ella con intención de salvarla. A continuación, y para hacer el máximo
daño a Jasón, Medea mató a los dos hijos que habían tenido en común. Otra
versión afirma que Jasón había dejado a Medea por Creúsa, que parece ser la
propia Glauca, a la que Medea regaló un vestido que al ponérselo se le pegaría
al cuerpo y la mataría.
En la tragedia de Eurípides, es
Medea quien envía a sus dos hijos con el manto para Glauca. Medea sabía que
matarían a sus hijos si los mandaba con el presente, pero sus deseos de
venganza contra Jasón eran mayores que el amor por ellos.
Electra: Electra se hallaba ausente de Micenas cuando su padre
regresó de la Guerra de Troya y fue asesinado. Ocho años más tarde, Electra
regresó de Atenas con su hermano, Orestes. A Orestes lo salvaron su vieja
nodriza o Electra, que lo llevaron a Fanote, tras el Monte Parnasos, donde lo
confiaron al rey Estrofo. Cuando cumplió veinte años, el oráculo en Delfos
ordenó a Orestes que regresara a su patria y vengara la muerte de su padre.
Se encontró con Electra ante la
tumba de Agamenón, donde ambos habían ido a rendir honras fúnebres a los
muertos, se reconocieron y pusieron de acuerdo para que Orestes pudiera vengar
a su padre. Orestes, después de vengarse enloqueció y fue perseguido por las
Erinias, (o Furias) cuya misión era
castigar cualquier trasgresión de los lazos de piedad familiar. Orestes se
refugió en el templo en Delfos. Aunque Apolo le hubiera ordenado vengarse, fue
incapaz de protegerlo de las consecuencias de sus acciones. Al fin, Atenea lo
recibió en la Acrópolis de Atenas y arregló un juicio ante doce jueces áticos.
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