LAS ISLAS CANARIAS EN
LA ANTIGÜEDAD
Se podría decir que todas las primeras
referencias que hacen alusión a las Islas Canarias en la Antigüedad e incluso
avanzada la Edad Media tenían su base en la mitología. Muy pocos navegantes
fenicios, griegos y romanos llegaron en la época clásica a alcanzar las costas
canarias. Las corrientes marinas que fluyen por las islas, no ayudaban para
ello porque desviaban el curso de los navíos hacia el mar Caribe -por entonces
hacia el final del mundo conocido-. Con ello, los pocos afortunados que
lograron regresar acompañaban sus testimonios de un halo de misterio y leyenda.
LA ATLÁNTIDA:
Platón habló de la Atlántida como el pueblo
más avanzado de la humanidad, lleno de riquezas y sabiduría. Sus habitantes los
atlantes y su capital: Atlantis, coronada por el Templo de Poseidón. Los
habitantes del Continente perdido -como también se conoce a la Atlántida-,
degeneraron en todo tipo de perversiones con el paso de los siglos y Zeus los
castigó en el transcurso de una noche provocando un gran cataclismo por el cual
la Atlántida desapareció. Según la Leyenda Canaria, del Continente perdido sólo
quedaron visibles sobre la superficie del mar las cumbres de sus montañas que serían
las Azores, Madeira, las Islas Canarias y Cabo Verde. Estas islas vendrían a
conformar las cumbres de la Atlántida. Pero los templos y sus palacios quedaron
debajo de las aguas del océano que tomaría de ella su nombre; el Océano
Atlántico. "Hoy sus recios palacios los habitan delfines y las algas
tapizan el prado y el vergel..."
Ésta sería una de las leyendas
existentes sobre la Atlántida, ya que hay varias teorías en cuanto a la
situación final del Continente Perdido.
LOS CAMPOS ELÍSEOS:
En la mitología griega los Campos Elíseos
constituían la morada de los muertos, el equivalente al paraíso latino. Homero
hablaba de ellos en la Odisea como una tierra donde los hombres vivían
dichosamente y donde no se conocía el frío ni la nieve, en el fin del mundo
donde tras la muerte van las almas de los héroes y de los virtuosos. Sin duda
que la benignidad del clima de los Campos Elíseos, y su situación en "el
fin del mundo" (en el mundo conocido de la época) hizo que muchos
estudiosos llegaran a identificar las Islas Canarias con los Campos Elíseos.
LA ISLA DE SAN BORONDÓN:
Se trata sin duda de la leyenda
más popular entre los canarios. La isla de San Borondón toma su nombre de una
derivación del nombre del monje irlandés; Saint Brendan -o Brandan-. (480 - 576
d.c.). Este monje irlandés es el protagonista de una de las leyendas celtas más
famosas: el viaje de San Brendano o San Brandano a la Tierra Prometida de Los
Bienaventurados. Según el poema irlandés, Brendan era un monje de Tralee, quien
en compañía de catorce monjes se internó en el Atlántico a bordo de una frágil
embarcación. En su viaje sufrió el acoso de monstruos que vomitaban fuego tan
grande como islas. Tras varias peripecias desembarcaron en una isla llena de
árboles y cubierta de vegetación. Oficiaron misa y de pronto toda la isla se
comenzó a mover, se trataba de una inmensa criatura marina, sobre la cual
estaban los monjes irlandeses. Finalmente tras sortear innumerables peligros
Brendan consiguió retornar a Irlanda. Posteriormente algunos autores afirmaron
la teoría por la cual realmente Brendan había navegado hacia las costas de
Norteamérica.
Sin
embargo a partir del S.XV, cuando las Islas Canarias son conquistadas comienzan
a abundar relatos, que hablan de una octava isla que se podía divisar al oeste
del Archipiélago canario. Salen varias expediciones en su busca pero quienes
aseguran llegar a verla -algunos incluso llegaron a afirmar que pusieron pie en
ella-, siempre relataban que se encuentra envuelta entre brumas y que una vez
se acercan a ella desaparece. La Corona de Castilla quería también asegurarse
su soberanía y llegaban a redactar tratados en los que se "reconocía la
soberanía sobre las Islas Canarias descubiertas y por descubrir". Se
realizaron investigaciones oficiales en su búsqueda pero nunca se pudo probar
la existencia de la Inaccesible, la Non Trubada, la Encantada, la Encubierta,
la Perdida... y otras muchas denominaciones que hacían referencia a la isla de
San Borondón. Incluso Leonardo Torriani, ingeniero italiano al servicio de
Felipe II llegó a describir sus dimensiones y localización. La isla mediría 480
kms. de largo y 155 kms. de ancho. Además se situaría a 550 kms. de el Hierro
hacia el Noroeste y a 220 kms. de La Palma hacia el Suroeste. Sin embargo otros
la situaban en el centro mismo entre La Gomera, El Hierro y La Palma.
EL JARDÍN DE LAS HESPÉRIDES: Según la mitología griega, las
Hespérides -en griego, hijas del atardecer- eran las ninfas que cuidaban un
majestuoso jardín en un lejano rincón del occidente. En el Jardín de las
Hespérides un único árbol o toda una arboleda, daban como fruto manzanas
doradas que proporcionaban la
inmortalidad. En la mitología, las Hespérides son las tres hijas de
Atlas quienes viven en la tierra más occidental del mundo, en unas islas
maravillosas en el Océano Atlántico... Las Islas Canarias están situadas en la
tierra más occidental del mundo conocido en la época, por ello su vinculación
también con el Jardín de las Hespérides. De ahí también se derivó la
denominación de las Islas Afortunadas, un término que ha llegado hasta la
actualidad.
OCÉANO TENEBROSO:
En la Antigüedad era palpable la
creencia de pensar que el Atlántico estaba lleno de gigantescos monstruos que
destruían los navíos y devoraban a los tripulantes que se atrevían a
aventurarse mar adentro. En cualquier momento se podían suceder tempestades y
tormentas o ser engullidos por un gigantesco remolino. El mundo se entendía
como un disco plano y navegando en el Atlántico se podría llegar al fin del
mundo y precipitarse por sus abismos. Además las corrientes marinas de Canarias
desvían los navíos hacia el mar Caribe, y por lo tanto fueron muy pocos los
navegantes que en la época antigua llegaron a las costas canarias. Otra teoría
indica que fueron los mismos fenicios -grandes comerciantes y marinos- quienes
airaban estas leyendas, como grandes conocedores de las costas europeas y del
Norte de África con el fin de alejar a posibles competidores de ciertas zonas.
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